Comentario
El desprestigio del Duce era considerable. Ya antes de la guerra existía un resquemor antialemán por la frontera del Brennero y se temía que Mussolini cediera a las reclamaciones germanas entregando el Tirol a Alemania. Desde que su oportunismo precipitó al país en la guerra, el fascismo había acumulado errores sin que los sacrificios exigidos a la población recibieran ninguna compensación moral o material. El racismo se hacía patente en el trato que recibían a los obreros italianos en Alemania y tampoco llegaba la ayuda económica, que Hitler había prometido y el consumo diario de la población se deterioraba. La propaganda no podía esconder los continuos fracasos militares desde la invasión de Grecia; las tropas italianas enviadas al frente ruso fueron consideradas por los alemanes con el mismo desprecio que las búlgaras o húngaras y, en la derrota de Stalingrado, resultaron arrolladas, con un alto balance de muertos y prisioneros. Tampoco el continuo fracaso de la Marina pudo ser compensado por éxitos aislados, como el ataque de los torpedos humanos a Alejandría, ni la ocupación italiana de Córcega disfrazó el desastre de Africa.
Mussolini, consciente de las dificultades de la campaña rusa, intentó convencer vanamente a Hitler de la conveniencia de firmar una paz con la URSS y el desacuerdo entre ambos aumentó por la resistencia de los italianos a entregar los judíos a las SS para su exterminio y por el buen trato dado por las autoridades italianas a los guerrilleros yugoslavos de Mihailovic. El Duce reorganizó su Gobierno en febrero de 1943, como prueba de fuerza personal, pero Bastiani, su propio subsecretario de Asuntos Exteriores, parecía inclinado a oponerse a Hitler y a buscar una vía para la paz. El deterioro interno aumentó con los éxitos aliados en Africa y los soviéticos en el Este.
En marzo de 1943 estallaron manifestaciones en la Fiat de Milán y, el día 12, los trabajadores se declararon en huelga, reclamando el cobro de las indemnizaciones atrasadas a las víctimas de los bombardeos, y el Gobierno prometió una cantidad en metálico a quienes volvieran al trabajo. Tras esta primera gran protesta obrera en un país del Eje estallaban huelgas en otras fábricas milanesas. Mussolini, enfermo, intentó convencer a Hitler de la imposibilidad italiana de proseguir la guerra y reclamó, sin éxito, más ayuda alemana en el Mediterráneo.
Cuando Túnez cayó y los restos del Ejército italiano en Africa fueron hechos prisioneros, la situación de Mussolini se hizo insostenible. La circulación monetaria se había triplicado, la producción industrial descendía en un 35 por 100 y la invasión aliada parecía inminente. El rey y muchos jerarcas fascistas buscaron entonces la propia salvación desprendiéndose de Mussolini y rompiendo el pacto con Hitler para negociar una paz separada con los aliados.
La decisión de desembarcar en Sicilia fue fruto de un compromiso. Los norteamericanos, presionados por sus intereses políticos internos y por las exigencias de Stalin, preferían atacar Francia y consideraban una pérdida de tiempo actuar en el Mediterráneo. Los británicos sostenían que atacar directamente Alemania era prematuro, pero aceptaban un segundo frente que obligara a Hitler a retirar fuerzas del frente del Este; el Estado Mayor británico se interesaba por Sicilia, que interrumpía la navegación en el Mediterráneo.
Sicilia estaba guarnecida por diez divisiones italianas y tres alemanas (Guzzoni) y sus defensas naturales, las pequeñas islas de Pantellaria, Lampedusa y Linosa, habían sido fortificadas concienzudamente. El mando de Eisenhower se estableció en Malta y la fuerza de desembarco aliada (Alexander) se organizó en dos agrupaciones: los británicos y canadienses (Montgomery) atacarían la costa oriental de Sicilia, con una flota británica de 795 buques de combate y transporte, con 715 lanchas de desembarco. Los americanos (Patton), que atacarían el oeste siciliano, embarcaron en 580 buques, que contaban con 1.124 lanchas.
La operación comenzó en la madrugada del 10 de julio de 1943. Los bombardeos navales y aéreos rindieron Pantellaria, aunque su guarnición, perfectamente protegida, apenas había sufrido daños; las otras dos islas no necesitaron más pretextos para entregarse. Desembarcaron ocho divisiones simultáneamente en una operación mayor que la de Normandía, casi un año más tarde. En los tres primeros días saltaron a tierra 150.000 hombres y, al final de la operación, casi medio millón de soldados aliados estaba en Sicilia, con la aplastante superioridad de 4.000 aviones aliados frente a 1.500 del Eje. El peor enemigo fue el mal tiempo, que zarandeó a las lanchas y, sobre todo, a los aerotransportados, protagonistas de la primera gran operación aeroterrestre aliada. Se lanzaron la 1ª División británica y la 82 norteamericana y el viento dispersó a los paracaidistas americanos y de los 134 planeadores britanicos, 47 cayeron al mar; contrariedad que se convirtió en un éxito inesperado, pues italianos y alemanes se desconcertaron ante las noticias de enemigos cayendo en todas partes.
Los soldados italianos se rendían sin resistencia, unidades enteras se desmandaban, destruían e incendiaban el equipo y los depósitos o se entregaban en masa. Sólo resistían algunos grupos aislados, la División 206 y unidades de bersaglieri. Parecía estar a punto de derrumbarse todo el frente cuando, el segundo día de desembarco atacó la división Hermann Göring, con los nuevos tanques Tigre de 56 toneladas. Los americanos, que apenas habían desembarcado tanques, fueron arrollados y los alemanes llegaron hasta las dunas de la playa, donde les recibió el fuego de los cañones de la flota.
Aunque Mussolini y Hitler se reunieron en Feltre el 19 de julio, el desembarco en Sicilia precipitó la crisis del fascismo. Los miembros del partido obligaron a Mussolini a convocar el Gran Consejo Fascista que discutió confusamente la vitalización de la Constitución y del papel del rey. En aquel clima Víctor Manuel III pidió la dimisión a Mussolini y, cuando la presentó, ordenó arrestarlo y nombró primer ministro al general Badoglio. Era el 25 de julio; dos días antes, Patton había tomado Palermo. Los alemanes se ponían a salvo en el continente, sin que las acciones de la aviación aliada pudieran impedirles pasar el canal.